Las consecuencias de la intervención humana en los efectos de las inundaciones

¿Sabías que las inundaciones son el fenómeno natural que más daños personales y materiales provoca en nuestro país? Y no se trata solo de daños a las personas, o daños económicos, sino que afectan también a los animales y al medio ambiente. Es importante tener claro que la culpa no es de las inundaciones que, como ya sabemos, constituyen un proceso natural imprescindible para mantener el buen estado de los ecosistemas. Gran parte de la responsabilidad la tenemos nosotros, puesto que la intervención del hombre en la naturaleza no siempre se ha hecho de la manera más respetuosa posible, lo que ha provocado un incremento considerable del riesgo de inundación.
Existen diferentes causas que potencian los daños que generan las inundaciones, aquí en Galicia algunas de ellas son la intensidad de las precipitaciones, las soluciones agresivas acometidas con la intención de protegerse del desbordamiento, como por ejemplo determinadas canalizaciones, el cambio climático, o las acciones humanas ejercidas sobre los ríos. Tendemos a impermeabilizar los cauces y ocupar las llanuras de inundación con construcciones y cultivos y eso, inevitablemente ocasiona problemas.
Un río es mucho más que el agua que vemos y todo río necesita su espacio. La totalidad del terreno que lo bordea, su vegetación, arenas, piedras, arcillas, sedimentos… todos estos elementos forman parte del río y son fundamentales para que se mantenga en buen estado. Todo lo que pasa en la cuenca, repercute en el río.
El problema viene cuando nos encontramos elementos construidos por el hombre invadiendo su territorio, ya que es precisamente la presencia de núcleos urbanos y actividades económicas en la llanura de inundación de los ríos lo que supone el riesgo.
Tradicionalmente, con el objetivo de protegernos de posibles desbordamientos, se han implementado soluciones basadas en la ejecución de construcciones como diques, muros, dragados, presas o embalses, alterando el régimen hidrológico y eliminando crecidas necesarias para el correcto funcionamiento del sistema fluvial. Este tipo de obras han provocado el aumento de la ocupación de esas zonas naturalmente inundables, la impermeabilización de las cuencas hidrográficas en algunos casos o la presencia de obstáculos que interfieren en los procesos naturales de transporte de caudal y de laminación, aumentando en consecuencia el riesgo de inundación y las potenciales pérdidas económicas.
Pese a que en algunos casos se trataba de las únicas soluciones posibles, la tendencia actual es evitar todo lo que suponga una pérdida de la naturalidad y dificulte la consecución del buen estado de las masas de agua y los objetivos medioambientales de la Directiva Marco del agua. La conservación de la dinámica fluvial de los ríos es compatible con los usos humanos y ese es el reto al que nos enfrentamos en la actualidad: conseguir el equilibrio entre el correcto funcionamiento de esa dinámica y el desarrollo de la actividad humana, garantizando así los servicios ecosistémicos que nos proporcionan los ríos, como son el suministro de agua, la regulación de secas e inundaciones o incluso plagas, o el soporte de determinados servicios de ocio.
La tendencia es apostar por soluciones que buscan una recuperación del espacio natural, adquiriendo especial importancia aquellas basadas en la ordenación del territorio y el urbanismo, la predicción de avenidas y la autoprotección. Si respetamos el espacio del río y no construimos tan cerca de él, le dejamos margen para que, en caso de que se produzca un incremento importante y repentino de caudal, crezca de forma natural e inunde las zonas que le corresponde sin causar problemas, teniendo en cuenta que la vegetación también será de gran ayuda en caso de desbordamiento, pues gracias a ella el agua fluirá más lentamente y en caso de desbordamiento inundará zonas no peligrosas para las personas.
